Alguna vez fui a un cirquito que no me gustó para nada. En absoluto. Y aquí las razones para las cuales no volveré en la vida a un circo. Para empezar los leoncitos eran aburridísimos. Me cayeron fatalísimos porque no hicieron ruido en toda la noche. Otra cosa que no estaba bien era que los ositos eran pequeñísimos, tanto que casi no se veían desde la estradita donde estábamos sentaditos. Para empeorar la situación, había unos simiocitos delgadísimos que tenían toda pinta de estar sufriendo ya que no podía ni siquiera alcanzar las barras para hacer los truquitos con los acróbatas. fue una experiencia malísimo, pero que les puedo decir, se aprende de lo que se vive.